jueves, 26 de junio de 2014

Los niños perdidos

El poder y la violencia en Los niños perdidos.





Laila Ripoll, la autora de esta obra de teatro que es una de las que pertenece a la "Trilogía de la memoria" nos cuenta la historia de cuatro niños huérfanos (Lázaro, Tuso, Cuchachica y Marqués) que se encuentran encerrados en el desván de un orfanato.
Habla sobre un episodio negro en nuestra historia más reciente: la de los niños muertos o desaparecidos en cárceles, trenes o albergues religiosos.
La acción se desarrolla al final de la Guerra Civil española y la inmediata posguerra.
Los niños reciben maltrato tanto psicológico como físico, y eso hace que les lleve a la muerte. La culpable de estas muertes parece ser una monja, que aparece en la obra como Sor. Ésta le da palizas hasta matarlos. A lo largo de la obra se descubre que en realidad Sor es Tuso imitándola y que los demás niños están en la imaginación de él, por lo que él es el único niño vivo. Al final de la obra se puede ver como el que mató a la monja fue él mismo tirándola por las escaleras después de ver como la monja le pegaba una paliza a Cucachica, Lázaro y al Marqués hiriéndolos de muerte.

El poder en esta obra de teatro, por una parte, lo tiene la monja (Sor) sobre los niños, pues aunque a lo largo de la obra aparezca imitada por uno de ellos y se descubra finalmente que está muerta, alguna vez esa monja existió y controlaba a esos niños en aquel desván. Allí los maltrataba de tal forma hasta matarlos. Aquel era el destino de los niños republicanos en esa época.
Estas voces recuerdan a los personajes antes de llegar al orfanato.

LAS VOCES: El aire. No me des más golpes. ¡No, al agua no! Tiene 
fiebre. A la enfermería. ¿Dónde está mi niño? Tengo hambre. Me duele. 
Destacamento hospicio. Todos al tren. Al desván por meón. Este niño 
está muerto. Mi hijo, quiero ver a mi hijo. Tu hijo está muerto. A este niño 
lo han matado a palos. No sé nadar. Tengo hambre. ¡Mamá! ¿Dónde 
está mi mamá? […] A tu padre lo han fusilado. ¡No me pegues más! 
Aceite de ricino. Tiene gusanos […] ¡Mi niño, no me quitéis a mi niño! 
Verdugos. Quiero salir.

Otro tipo de poder que se puede observar en la obra es el poder del franquismo en la época de la Guerra Civil española. Por ello, muchos de los niños tenían que ingresar en orfanatos. En estos hogares, la vida cotidiana de los niños estaba rígidamente reglamentada en torno a unas pautas disciplinares centradas en la instrucción religiosa y paramilitar, que incluía castigos colectivos tanto físicos como psicológicos.
Ingresaban allí porque sus padres habían sido fusilados por ser republicanos, o porque sus madres, viudas, no podían mantenerlos.
La obra refleja un pueblo que ignora la realidad, ignora su historia. Un largo condicionante en la religión y el poder impuesto, la España del hambre, de la discriminación. 

La obra está llena de violencia, pues en realidad, todos los niños están muertos menos uno, Tuso, que es el que le pone imaginación a toda la historia.  
La violencia está marcada desde un principio. La monja los visita todos los días para maltratarles, tanto física como psicológicamente. Les habla como si fueran animales domésticos y ellos responden como pequeños golfos de la calle. Son niños que no saben las consecuencias por las que se encuentran ahí encerrados, porque deben estar lejos de sus familias. No saben el sentido de las canciones que les enseñaron en brazo alto y desfilando. 

Sor: Uy, qué boba... ¿Pues no me he quedado traspuesto? ?Qué? ¿Que no salís?  Qué malísimos que sois, con las ganas que yo tengo de pasaros la manos por el lomo. 
[...]
¡Desagradecidos! ¡Cómo se nota la sangre que lleváis! 


Representación de Los niños perdidos






RIPOLL,L.(2010),Los niños perdidos,KRK,Oviedo

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